Se dice que cuando el atardecer se tiñe de rosado ella pasa sobre la Tierra.
Yewá (Ewá – Yeyê Wá – Wagbê)
El origen de este Vodun se encuentra en Dahomey, y sus primeras referencias concretas para la cultura occidental europea, datan del siglo XVIII, cuando tanto franceses como ingleses rescataron datos antropológicos y culturales de las tribus de esa parte de África.
Es un vodun femenino, de la familia del gran Vodun Dambirá(palabra usada entre los brasileños para Dambala). Aparece como hija de Toy Azonze y de Dambala; hermana de Bozalabé. Nace para ser el símbolo de la pureza y la belleza de los dioses dahomeanos. Desde su nacimiento a su faz adulta, Yewá es sostenida en el culto de Dan, donde representa la franja blanca del arco iris, que a la vez, comparte con Ojiku. De Dan es precisamente de quien recibe el poder de la videncia, la riqueza y de todos los corales marinos, a los que “pastorea” con su clásico arpón. Esta referencia a los corales, conocida la característica vital y orgánica de los mismos, es la que más tarde, cuando emigra con la guerras africanas hacia Nigeria, Níger y Sudán, es la que permite entender el por qué la cultura yoruba la inserta en la transformación de la materia orgánica, relacionándola con Omulú, Inhassã, Irokô, por tanto, los muertos y los cementerios. Su mítica y mística belleza física es autóctona del Dahomey y del culto al vodun, así como también su alegoría con la música, la danza, la alegría y, sobre todo, el canto. De todas formas, en la tierra yoruba sigue conservando algunos de esos valores, aunque la mayoría se esmera en adjudicarle lo taciturno, la soledad, la virginidad, el aislamiento, la tristeza, dada la relación mencionada que le fue impuesta culturalmente con los Orixá de la transformación orgánica, la muerte y el ciclo permanente de vida y muerte, sobre todo, de los seres humanos.Desde la mentalidad de los Ewé, pasa a ser cerradamente custodiada por los demás vodun, como símbolo de la virginidad y la pureza. Difícil desde esa perspectiva no apasionarse con Yewá, por el misteriosa y bellaza que la envuelve. Los castigos eran duros cuando no se respetaba el claustro de sus templos, siendo muchos penados y escarniados por los demás vodun, frente a cualquier falta hacia esta diosa.Representada en la puesta del sol, controlando el fenómeno visual y horario del día hacia la noche, custodiada por dos bravos guerreros que no permiten a nadie acercarse a ella en ese instante. Por ello, cada atardecer sus templos cerraban las puertas, y en algunos lugares no era prudente hacer música, cantar o danzar en el atardecer. Más tarde, con su migración hacia las tierras yoruba, no solo se pierde ese concepto, sino que hasta se revierte, siendo que, algunos ilé de Bahía, hasta hoy día, le rinden culto, encendiendo sus velas, cambiando sus aguas, y realizando todo tipo de atenciones de la rutina del culto al orixá, precisamente en el atardecer, para Yewá. A causa de esa misma migración desde Dahomey (hoy mayoritariamente en extensión geográfica, Benin), hacia el norte de Nigeria, es que cambia hasta sus colores. Una leyenda explica que sus dos guardaespaldas, vestidos de blanco inmaculado al igual que su protegida, como símbolo de la pureza, se descuidaron en un atardecer, y una gallina se acercó a la diosa, escarbando la tierra y ensuciando sus blancas vestiduras. Enfurecida, o mejor dicho, reaccionando frente al embate de la impureza, pasa a despreciar a las gallinas, transforma a sus dos guardianes –que simbólicamente eran dos gansos blancos, en dos cisnes negros, y cambia el color blanco de su ropa, por los del atardecer, rosado o anaranjado, y verde pálido. Siglos después, en Congo y Angola, adonde también habían llegado las influencias de vodun y orixá, se adapta el mito, mostrando que la creación de la gallina de cinco “dedos”, es obrada por Yewá, a partir del mito dahomeano y yoruba, de la gallina con los gansos luego cisnes.Incluso, la influencia Angola en Bahía, es la que medianamente impone el uso de velas de ambos colores –rosado y verde- como votivas del orixá Yewá.
La mítica que la involucra con Oxosse es también a causa de las migraciones del norte al sur, de Dahomey a Nigeria, donde los hombres emigran con sus vodun, para relacionarlos con los orixá, similar a lo que acontece con los dioses griegos emigrando hacia Sicilia, remontando la península itálica y dando parte de la forma final del panteón de dioses romanos; Zeus – Júpiter; Poseidón – Neptuno; etc.Sin dudas, las tribus que huían hacia el sur, se amparaban en la zona selvática del norte nigeriano, donde, naturalmente, Oxosse en uno de los principales orixá, entre los ketu y los nagó. Así como Oxosse protege a los fugitivos de esas guerras devastadoras, de donde surgen los primeros esclavos comercializados por los mismos africanos triunfadores y comprados a ellos por los europeos que los embarcaron hacia en Nuevo Mundo y también hacia Europa en menor cantidad, la saga de los vodun y de los orixá también se ve involucrada en el cambio cultural ineludible a que se vieron expuestos los hombres.Aquel Dan vodun que protegía a Yewá, pasa a ser reemplazado por Oxosse, y más tarde por Oxumaré, que resultaba ser más similar al Dan primigenio. Es fácil y común ver, en las paredes de algunos pocos barracones bahianos, pinturas, similares a las apreciadas en el noroeste africano, sobre la costa occidental atlántica, que representan indistintamente a la serpiente arqueada, el arco iris (a veces ambos en el mismo lugar) y la clásica pero muy moderna en ese caso, de la serpiente en círculo, que muerde su propia cola, como representación de Dan, Oxumaré, Bangbé, Béssem, expresados así según la raíz de los clanes familiares fundadores de esos barracones donde se encuentran los ile axé que rinden culto al orixá y al vodun, y a veces a ambos, con reservas notables, en ese último caso.
El rescate de Yewá por parte de su padre Azonze, en las florestas de Oxosse, muestra culturalmente el momento en que se reconocía la simbiosis entre los emigrantes dahomeanos y los autóctonos nigerianos, pasando a compartir una sociedad humana organizada y firme. Nótese, por ejemplo, el término Gege, asimilado como nación de las más importantes en la religión afro brasileña, que significa justamente desde la lengua yoruba: extranjero. Yewá es el vodun que más claramente expone con sus mitos y cambios de características dicha coyuntura histórica. Los dioses de la mano de los hombres, para luego los hombres ir de la mano de los dioses, hasta hoy.
Esa forma de mancomunar sociedades y culturas es una constante en la Historia Universal. Por ello, valga la leyenda, cuento y casi mito, que sigue a continuación, referente a Yewá, ya instalada en América del Sur, concretamente en Bahía, pero no la urbana de Salvador, sino la sertaneja, rural y agricultora.Aroni, o Arooni, más al norte Caipoora, más al sur, siempre dentro del nordeste brasileño, Sací Pereré, un duende o gnomo de la floresta, parte de la tradición amerindia pero también directamente relacionado y aceptado por el culto al orixá en esa zona – de allí la relación que se le adjudica con Ossain u Ossanha, al grado que al propio Ossain en algunos lugares se le representa con una pierna sola, en aparente semejanza con Aroni, que sí desde el vamos posee una sola con la que vive a los saltos en las florestas-, un día, al atardecer, estaba mirando hacia el cielo, y se maravilló del color rosado que éste presentaba, entre las primeras estrellas que comenzaban a verse. De pronto, le pareció que dos de ellas –alfa y beta de la Cruz del Sur (Cruzeiro do Sul), lo miraban.
Asombrado, llamó a Exu, para preguntarle que eran aquellas dos estrellas. Este Exu ya muy americanizado y al sur del Ecuador, le explicó que eran los ojos de Yewá (el orixá se había establecido con mitos y leyendas propias ya en el Sur). Agregando que el color rosado del atardecer era el vestido de la diosa africana.Con esos ojos es que ella ve todo lo que pasa en la tierra desde el cielo (eterna conjunción imprescindible del Aiye con el Orun).Aroni quiso subir al cielo para hablar con Yewá. Exu le explicó que eso era difícil, dado que ella es muy solitaria, esquiva, puesto que se le considera la Señora de los Misterios de la Vida. Y por eso, controla todo lo que es nuevo, o virgen; selvas y ríos aún no pisados por el hombre, mujeres púberes, huevos fecundados pero aún en el cuerpo de las aves. También dueña de la videncia. Por ella están amparados aquellos que tienen esa cualidad de “ver” el futuro.Quizás por eso es que también posee la franja blanca del arco iris, color que en la fotosíntesis no da acceso a los rayos de luz solar, a la inversa del negro que los absorbe todos.Atento a la explicación de Exu, cuando Aroni volvió a mirar al cielo, Yewá ya no estaba, pues el sol se había ocultado totalmente. Los dos amigos caminaron por el monte, hasta llegar a una laguna, donde, oh sorpresa, encontraron a Yewá, la nocturna, en la laguna.Pero cómo?, pregunto el duende: no era que estaba en el cielo y todo eso?.Pues también está en la tierra, respondió Exu, controlando otras funciones que le corresponden. La forma de vida que se encuentra en las aguas de las lagunas es tan particular, a diferencia de las aguas del mar y de los ríos, que a ella le competen.
No te asombres si además te digo que en algunos ríos, como el río Ewá, allá en África, también está ella, y se la nota en el sonido que hace el agua al correr por encima de los cantos rodados y rocas que afloran en la superficie. Ese sonido, es el canto de Yewá.Casi eufórico, el duende fue al encuentro de Yewá, sentándose a su lado, a conversar.Ella, vestida con ropas rojas de la noche y lunares amarillos de la luna, sostenía una calabaza, cubierta de paja.
Curioso, el espíritu de la floresta americana, preguntó por aquel artefacto, a lo que la hermosa diosa le respondió que en ella tenía guardados todos los misterios del mundo y de la vida.
Ni la piedra de cuarzo rosa ni las tres pulseras, una de oro, otra de plata y la tercera de cobre, que Exu regaló en ese instante a Yewá como forma de acercarse y participar en la charla, no fueron presentes suficientes para que la belleza le diese lugar, así que lo único que nos llegó a los hombres de ese encuentro, fue lo que escuchó Exu y fue dicho antes.
Cuando se alejaba Exu, llegó a escuchar también algo que decía la diosa, referente a su gusto por los animales de color negro, excepto, claro, las famosas gallinas. Ellas, de ningún color.
Pronto a amanecer el día nuevo, Yewá se irguió en todo su esplendor de belleza negra escultural, alta, delgada, misteriosa; abrazó al duende, y desapareció en las aguas de la laguna. Allí fue recién que éste pudo ver nuevamente a Alfa y Beta de la Cruz del Sur en el cielo sertanejo.
La armonía del vodun – orixá, estaba conjugada en el Sur. Los ojos de Yewá vigilando nuestra tierra. Rin ro!, o: Hin ho!, o: hin ro!, que fonéticamente es una expresión yoruba indicativa de asombro frente a la belleza, saludo popular para Yewá en el culto a orixá.
Numo.
El origen de este Vodun se encuentra en Dahomey, y sus primeras referencias concretas para la cultura occidental europea, datan del siglo XVIII, cuando tanto franceses como ingleses rescataron datos antropológicos y culturales de las tribus de esa parte de África.
Es un vodun femenino, de la familia del gran Vodun Dambirá(palabra usada entre los brasileños para Dambala). Aparece como hija de Toy Azonze y de Dambala; hermana de Bozalabé. Nace para ser el símbolo de la pureza y la belleza de los dioses dahomeanos. Desde su nacimiento a su faz adulta, Yewá es sostenida en el culto de Dan, donde representa la franja blanca del arco iris, que a la vez, comparte con Ojiku. De Dan es precisamente de quien recibe el poder de la videncia, la riqueza y de todos los corales marinos, a los que “pastorea” con su clásico arpón. Esta referencia a los corales, conocida la característica vital y orgánica de los mismos, es la que más tarde, cuando emigra con la guerras africanas hacia Nigeria, Níger y Sudán, es la que permite entender el por qué la cultura yoruba la inserta en la transformación de la materia orgánica, relacionándola con Omulú, Inhassã, Irokô, por tanto, los muertos y los cementerios. Su mítica y mística belleza física es autóctona del Dahomey y del culto al vodun, así como también su alegoría con la música, la danza, la alegría y, sobre todo, el canto. De todas formas, en la tierra yoruba sigue conservando algunos de esos valores, aunque la mayoría se esmera en adjudicarle lo taciturno, la soledad, la virginidad, el aislamiento, la tristeza, dada la relación mencionada que le fue impuesta culturalmente con los Orixá de la transformación orgánica, la muerte y el ciclo permanente de vida y muerte, sobre todo, de los seres humanos.Desde la mentalidad de los Ewé, pasa a ser cerradamente custodiada por los demás vodun, como símbolo de la virginidad y la pureza. Difícil desde esa perspectiva no apasionarse con Yewá, por el misteriosa y bellaza que la envuelve. Los castigos eran duros cuando no se respetaba el claustro de sus templos, siendo muchos penados y escarniados por los demás vodun, frente a cualquier falta hacia esta diosa.Representada en la puesta del sol, controlando el fenómeno visual y horario del día hacia la noche, custodiada por dos bravos guerreros que no permiten a nadie acercarse a ella en ese instante. Por ello, cada atardecer sus templos cerraban las puertas, y en algunos lugares no era prudente hacer música, cantar o danzar en el atardecer. Más tarde, con su migración hacia las tierras yoruba, no solo se pierde ese concepto, sino que hasta se revierte, siendo que, algunos ilé de Bahía, hasta hoy día, le rinden culto, encendiendo sus velas, cambiando sus aguas, y realizando todo tipo de atenciones de la rutina del culto al orixá, precisamente en el atardecer, para Yewá. A causa de esa misma migración desde Dahomey (hoy mayoritariamente en extensión geográfica, Benin), hacia el norte de Nigeria, es que cambia hasta sus colores. Una leyenda explica que sus dos guardaespaldas, vestidos de blanco inmaculado al igual que su protegida, como símbolo de la pureza, se descuidaron en un atardecer, y una gallina se acercó a la diosa, escarbando la tierra y ensuciando sus blancas vestiduras. Enfurecida, o mejor dicho, reaccionando frente al embate de la impureza, pasa a despreciar a las gallinas, transforma a sus dos guardianes –que simbólicamente eran dos gansos blancos, en dos cisnes negros, y cambia el color blanco de su ropa, por los del atardecer, rosado o anaranjado, y verde pálido. Siglos después, en Congo y Angola, adonde también habían llegado las influencias de vodun y orixá, se adapta el mito, mostrando que la creación de la gallina de cinco “dedos”, es obrada por Yewá, a partir del mito dahomeano y yoruba, de la gallina con los gansos luego cisnes.Incluso, la influencia Angola en Bahía, es la que medianamente impone el uso de velas de ambos colores –rosado y verde- como votivas del orixá Yewá.
La mítica que la involucra con Oxosse es también a causa de las migraciones del norte al sur, de Dahomey a Nigeria, donde los hombres emigran con sus vodun, para relacionarlos con los orixá, similar a lo que acontece con los dioses griegos emigrando hacia Sicilia, remontando la península itálica y dando parte de la forma final del panteón de dioses romanos; Zeus – Júpiter; Poseidón – Neptuno; etc.Sin dudas, las tribus que huían hacia el sur, se amparaban en la zona selvática del norte nigeriano, donde, naturalmente, Oxosse en uno de los principales orixá, entre los ketu y los nagó. Así como Oxosse protege a los fugitivos de esas guerras devastadoras, de donde surgen los primeros esclavos comercializados por los mismos africanos triunfadores y comprados a ellos por los europeos que los embarcaron hacia en Nuevo Mundo y también hacia Europa en menor cantidad, la saga de los vodun y de los orixá también se ve involucrada en el cambio cultural ineludible a que se vieron expuestos los hombres.Aquel Dan vodun que protegía a Yewá, pasa a ser reemplazado por Oxosse, y más tarde por Oxumaré, que resultaba ser más similar al Dan primigenio. Es fácil y común ver, en las paredes de algunos pocos barracones bahianos, pinturas, similares a las apreciadas en el noroeste africano, sobre la costa occidental atlántica, que representan indistintamente a la serpiente arqueada, el arco iris (a veces ambos en el mismo lugar) y la clásica pero muy moderna en ese caso, de la serpiente en círculo, que muerde su propia cola, como representación de Dan, Oxumaré, Bangbé, Béssem, expresados así según la raíz de los clanes familiares fundadores de esos barracones donde se encuentran los ile axé que rinden culto al orixá y al vodun, y a veces a ambos, con reservas notables, en ese último caso.
El rescate de Yewá por parte de su padre Azonze, en las florestas de Oxosse, muestra culturalmente el momento en que se reconocía la simbiosis entre los emigrantes dahomeanos y los autóctonos nigerianos, pasando a compartir una sociedad humana organizada y firme. Nótese, por ejemplo, el término Gege, asimilado como nación de las más importantes en la religión afro brasileña, que significa justamente desde la lengua yoruba: extranjero. Yewá es el vodun que más claramente expone con sus mitos y cambios de características dicha coyuntura histórica. Los dioses de la mano de los hombres, para luego los hombres ir de la mano de los dioses, hasta hoy.
Esa forma de mancomunar sociedades y culturas es una constante en la Historia Universal. Por ello, valga la leyenda, cuento y casi mito, que sigue a continuación, referente a Yewá, ya instalada en América del Sur, concretamente en Bahía, pero no la urbana de Salvador, sino la sertaneja, rural y agricultora.Aroni, o Arooni, más al norte Caipoora, más al sur, siempre dentro del nordeste brasileño, Sací Pereré, un duende o gnomo de la floresta, parte de la tradición amerindia pero también directamente relacionado y aceptado por el culto al orixá en esa zona – de allí la relación que se le adjudica con Ossain u Ossanha, al grado que al propio Ossain en algunos lugares se le representa con una pierna sola, en aparente semejanza con Aroni, que sí desde el vamos posee una sola con la que vive a los saltos en las florestas-, un día, al atardecer, estaba mirando hacia el cielo, y se maravilló del color rosado que éste presentaba, entre las primeras estrellas que comenzaban a verse. De pronto, le pareció que dos de ellas –alfa y beta de la Cruz del Sur (Cruzeiro do Sul), lo miraban.
Asombrado, llamó a Exu, para preguntarle que eran aquellas dos estrellas. Este Exu ya muy americanizado y al sur del Ecuador, le explicó que eran los ojos de Yewá (el orixá se había establecido con mitos y leyendas propias ya en el Sur). Agregando que el color rosado del atardecer era el vestido de la diosa africana.Con esos ojos es que ella ve todo lo que pasa en la tierra desde el cielo (eterna conjunción imprescindible del Aiye con el Orun).Aroni quiso subir al cielo para hablar con Yewá. Exu le explicó que eso era difícil, dado que ella es muy solitaria, esquiva, puesto que se le considera la Señora de los Misterios de la Vida. Y por eso, controla todo lo que es nuevo, o virgen; selvas y ríos aún no pisados por el hombre, mujeres púberes, huevos fecundados pero aún en el cuerpo de las aves. También dueña de la videncia. Por ella están amparados aquellos que tienen esa cualidad de “ver” el futuro.Quizás por eso es que también posee la franja blanca del arco iris, color que en la fotosíntesis no da acceso a los rayos de luz solar, a la inversa del negro que los absorbe todos.Atento a la explicación de Exu, cuando Aroni volvió a mirar al cielo, Yewá ya no estaba, pues el sol se había ocultado totalmente. Los dos amigos caminaron por el monte, hasta llegar a una laguna, donde, oh sorpresa, encontraron a Yewá, la nocturna, en la laguna.Pero cómo?, pregunto el duende: no era que estaba en el cielo y todo eso?.Pues también está en la tierra, respondió Exu, controlando otras funciones que le corresponden. La forma de vida que se encuentra en las aguas de las lagunas es tan particular, a diferencia de las aguas del mar y de los ríos, que a ella le competen.
No te asombres si además te digo que en algunos ríos, como el río Ewá, allá en África, también está ella, y se la nota en el sonido que hace el agua al correr por encima de los cantos rodados y rocas que afloran en la superficie. Ese sonido, es el canto de Yewá.Casi eufórico, el duende fue al encuentro de Yewá, sentándose a su lado, a conversar.Ella, vestida con ropas rojas de la noche y lunares amarillos de la luna, sostenía una calabaza, cubierta de paja.
Curioso, el espíritu de la floresta americana, preguntó por aquel artefacto, a lo que la hermosa diosa le respondió que en ella tenía guardados todos los misterios del mundo y de la vida.
Ni la piedra de cuarzo rosa ni las tres pulseras, una de oro, otra de plata y la tercera de cobre, que Exu regaló en ese instante a Yewá como forma de acercarse y participar en la charla, no fueron presentes suficientes para que la belleza le diese lugar, así que lo único que nos llegó a los hombres de ese encuentro, fue lo que escuchó Exu y fue dicho antes.
Cuando se alejaba Exu, llegó a escuchar también algo que decía la diosa, referente a su gusto por los animales de color negro, excepto, claro, las famosas gallinas. Ellas, de ningún color.
Pronto a amanecer el día nuevo, Yewá se irguió en todo su esplendor de belleza negra escultural, alta, delgada, misteriosa; abrazó al duende, y desapareció en las aguas de la laguna. Allí fue recién que éste pudo ver nuevamente a Alfa y Beta de la Cruz del Sur en el cielo sertanejo.
La armonía del vodun – orixá, estaba conjugada en el Sur. Los ojos de Yewá vigilando nuestra tierra. Rin ro!, o: Hin ho!, o: hin ro!, que fonéticamente es una expresión yoruba indicativa de asombro frente a la belleza, saludo popular para Yewá en el culto a orixá.
Numo.
Tomado de